Tal vez las palabras de Jesús nos parezcan tan evidentes que no necesiten ni comentarios ni explicaciones. Su respuesta, a la pregunta que le hacen “los amigos” que tanto le siguen y le persiguen, la hemos aprendido desde pequeños, y nos sale de corrido.
Otra cosa es qué sea eso del amor.
Ya les pasó a los antiguos, que creían que lo sabían, y hubo que convertirlo en normas y preceptos, para que nadie se pasara de la raya, o no llegara ni siquiera a acercarse a ella.
Fijaros lo que dice la primera lectura de hoy:
«Esto dice el Señor:
No oprimirás ni vejarás al forastero
porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos,
porque si los explotas y ellos gritan a mí
yo los escucharé.
Se encenderá mi ira y os haré morir a espada,
dejando a vuestras mujeres viudas
y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo,
a un pobre que habita contigo,
no serás con él un usurero
cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo
se lo devolverás antes de ponerse el sol,
porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo,
¿y dónde, si no, se va a acostar?
Si grita a mí yo lo escucharé,
porque yo soy compasivo.»
No hace falta mucho esfuerzo de nuestra imaginación para comprender que, tras muchos siglos de convivencia y práctica de la religión, estamos ahora casi como al principio.
¡Qué bien vendrían ahora leyes que concretaran qué es amor, y no tuviéramos que improvisar!
Nosotros, sin embargo, tenemos algo mejor que unas leyes; Jesús, una persona que vivió de tal manera el amor, que decimos que a través suyo hemos conocido el amor de Dios.
Hoy, día del DOMUND, la Iglesia nos recuerda a tantos cristianos y cristianas convencidos, que dejándose llevar por el amor en volandas, lo han dejado todo para vivir en exclusiva al servicio de quienes nada tienen, y por tanto con nada pueden pagar.
Nosotros, para seguir a Jesús e imitarle, no tenemos que irnos tan lejos convertidos en misioneros; basta que expresemos el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro; y el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados. Contamos con el aliento de Jesús.