Entre las varias consideraciones que
pueden hacerse respecto de estas palabras de Jesús, se me ocurre ahora esta
pregunta, que puede parecer compleja, y que sin embargo creo muy sencilla de
responder: ¿Valoramos lo que somos y tenemos o nos dejamos dominar por el miedo
a la responsabilidad?
Alguien puede decir: precisamente
porque soy consciente de lo mucho que vale lo que he recibido de Dios, he de
conservarlo, aunque sea congelado. Así, cuando se me pida cuentas, podré
mostrarlo tal cual se me entregó. En el frigorífico no ha sufrido merma.
Los que tenemos alguna experiencia doméstica,
sabemos muy bien que los alimentos se conservan con bajas temperaturas durante
un tiempo, pero que generalmente sufren pérdida de calidad. Y en muchos casos,
se hacen tan insípidos y faltos de nutrientes, que en realidad no valen ya. En
tanto que mantenidos al natural conservan sus cualidades, incluso las ganan;
aunque puedan también estropearse.
Esta parábola de Jesús es una
catequesis en toda regla que nos dice que no nos guardemos en conserva, sino
que salgamos a la luz del día y trabajemos en serio, rindiendo todo lo que
podamos.
Así luciremos como esa mujer hacendosa
que describe el libro de los Proverbios. Del mismo modo esperaremos sin miedo
la llegada del día del Señor, porque viviremos confiados, como dice San Pablo.
Y así, igualmente, estaremos haciendo
del Evangelio de Jesús una buena noticia para todos, y no un tesoro ocultado
para quienes realmente lo necesitan.
Que nuestra alegría sea contagiosa;
que nuestro tiempo esté siempre disponible; que nuestras cosas sean de todos; que
las demás personas no nos sean indiferentes; que seamos intrépidos y creativos;
que el trabajo y el estudio sean vocación gozosa y no carga que agobia; que la
prudencia no nos corte las alas; que la fe en Jesús y en nuestro Padre Dios no
nos consienta mirar al mundo con recelo, sino con el amor con que Él lo mira.
Así lo hicieron Ignacio Ellacuría, Nacho
Martín Baró, Segundo Montes, sus compañeros jesuitas y las dos empleadas de la
universidad de San Salvador, cuya muerte violenta recordamos hoy. Ellos son un
ejemplo de fe cristiana.