Una oveja perdida, una moneda perdida, un hijo
perdido… ¿Qué “perdidos” conocemos nosotros?
Para anunciar el evangelio hay que
convivir con los pecadores, no ir de visita ni verlos desde fuera.
Algunos ejemplos:
. huidores profesionales: drogatas, borrachines,
laborodependientes…
. materialistas irredentos, hedonistas
compulsivos, mentirosos interesados, religiosos intransigentes, miedosos ante
la vida que a menudo se vuelven violentos, criticadores de todo lo que se mueve…
¿Qué mensaje tenemos nosotros para
estas personas?
- Que los apreciamos, sean como sean, como se aprecia
una moneda perdida que uno vuelve a encontrar.
- Que los echamos de menos estén donde estén; como a
la oveja que falta del rebaño cuando llega la noche.
- Que no hay traición ni pecado que no se puede
perdonar.
- Y que a través de nosotros, Dios Padre
los aprecia, los echa de menos y los perdona.
Una consideración: Los “perdidos” no
son siempre los otros. También nosotros tenemos que aprender a sentirnos
apreciados, acogidos, perdonados… Sabiendo que reconocer nuestras miserias es
lo que nos hace misericordiosos.
Muchos «perdidos» (drogatas,
pordioseros, violentos) echan para atrás. ¿Es mejor entonces quedarse en casa,
con los de siempre, con la gente de orden y los que no nos dan problemas? No.
El padre del hijo pródigo no pensaría así. Ni el pastor que ha perdido una
oveja, ni la mujer que echa de menos una moneda. Hay que salir, ir a buscar;
aunque la «perdición» nos repugne.
Pero si salimos no es, desde luego,
para hacer prosélitos; ni para apuntarnos tantos (no se puede ir de «convertidor
de convertidos» por la vida). Salimos porque creemos que lo bueno es «difusivo
de por sí», y porque la condición para que podamos disfrutar en nuestro hogar
con Cristo, es que lo compartamos; nuestra felicidad es contagiosa, o no es ni
felicidad ni nada que se le parezca.
Que «convertir» no es fácil, lo
sabemos; que es más difícil aún que los «conversos» perseveren, también. Pero
el argumento es siempre el mismo: nos importa la felicidad de los otros y no
podemos tolerar que haya muerte a nuestro alrededor. Por eso los seguimos
buscando.
Y no olvidemos nunca que nosotros, pródigos,
perdidos, también somos acogidos y perdonados cada día…