El mismo Jesús que dijo: «Yo soy el
pan de vida; quien viene a mí no tendrá hambre y quien cree en mí no tendrá sed
jamás», hoy ante una multitud hambrienta y sedienta dice a sus discípulos, nos
dice a todos nosotros: «Dadles vosotros de comer».
Si el Jueves Santo hacíamos memoria de
Jesús tomando el pan y el vino y entregándose a través de ellos para la vida
del mundo, hoy es Jesús quien nos recuerda que aquel gesto no puede quedarse en
un simple recuerdo del pasado. Mientras haya hambrientos y sedientos Él estará
ofreciéndose a sí mismo a través de quienes hemos sido bautizados en su nombre,
y por él hemos pasado de la muerte a la vida para anunciar a los pobres el año
de gracia del Señor, la liberación de su esclavitud.
Esas palabras hoy y ahora están
directamente dirigidas a quienes nos hemos sentado a su mesa para comerlo y
beberlo. Pero antes nos avisa, por si lo hubiéramos olvidado: «Sed mis testigos
hasta el confín de la tierra».
Comulgar con Jesús es, no sólo también,
sino sobre todo, comulgar con los hermanos y participar con ellos en la lucha
histórica contra todas las hambres de la humanidad. La Eucaristía que
celebramos en el tiempo y en las iglesias es anticipo y anuncio del banquete
del Reino de los Cielos, profecía y gesto de denuncia de este mundo empecatado
por nuestra injusticia; y por tanto es también compromiso desde la fe en Jesús
de implicarnos en su transformación y humanización.
Cáritas nos pide que colaboremos, que
no seamos individualistas ni insolidarios. Y pide dinero, euros, para ayudar a
quienes lo necesitan.
Por otra parte, el papa Francisco hoy celebra
un gesto al que nos invita. A las cinco de la tarde inicia un acto de adoración
eucarística en su sede de Roma. La Iglesia universal ha aceptado, y propone que
a la misma hora, en cada lugar, también nos reunamos los cristianos y adoremos
al Santísimo Sacramento. Puesto que Eucaristía es acción de gracias,
contemplemos y adoremos desde la oración agradecida a quien nos abre los ojos
del alma y del corazón hacia el sufrimiento de tantos seres humanos y, apelando
a lo más sagrado que hay en nosotros, nos indica que la salvación de Dios pasa
por nosotros que no somos meros instrumentos de su gracia, sino activos
colabores de su plan redentor.
Lo que celebremos en esta parroquia
constará de tres partes, y podemos estar libremente el tiempo que nos parezca.
Empezaremos con el rezo de Vísperas ante el Santísimo expuesto y concluiremos
cerca de las seis de la tarde con la Bendición.