Muy brevemente resalto dos noticias que afectan a todos:
1ª. Paraguay, un pequeño país de Hispanoamérica de apenas seis millones de habitantes, ha estrenado nuevo presidente elegido democráticamente en la persona de Fernando Lugo. ¿Qué tiene esto de especial? Que Fernando Lugo era un obispo católico que pidió permiso para presentarse a las elecciones, renunciando a sus tareas pastorales. La autoridad eclesial se lo ha concedido. Y el pueblo paraguayo celebra que esta persona quiera llevar a cabo en la política lo que antes predicó desde su ministerio.
Todos los comentarios que he leído sobre este asunto coinciden en que no lo tiene fácil, pero abre un gran camino a la esperanza en uno de los países más pobres del continente y más injustamente tratado últimamente.
Es un ejemplo más del compromiso que nace de la fe y se lleva a cabo, incluso con la renuncia -digamos- a la propia persona.
2ª. En España hemos padecido el trágico accidente del avión en Barajas, con tantos muertos y tanto sufrimiento. Desde nuestra fe nos unimos a los familiares de los fallecidos y a los heridos que se recuperan en los hospitales; oramos con los muertos; y esperamos que la investigación aclare todas las circunstancias del percance.
Pero, hay un pero. Algunos medios de prensa y televisión, en aras de un servicio a la información, han realizado comentarios y han atosigado a familiares de accidentados de manera éticamente cuando menos discutible. Utilizar los sentimientos de quien sufre para llenar espacios informativos y mantener índices de audiencia no es información, es otra cosa.
Esto ya sabemos que ocurre normalmente y no lo podemos evitar. Sí podemos no leer, no escuchar, no contribuir a que se realice.
Todos sabemos que hay programas y publicaciones que se centran en el índice de audiencias y sólo existen porque ese índice es significativo. Nosotros seremos tan responsables de la mala práctica periodística si contribuimos a que se siga realizando.