Llama la atención, tras la escucha del
evangelio de hoy, ver cómo los paisanos de Jesús en Nazaret pasan de la
admiración al desprecio, de la alegría a la furia y de la aclamación a la
persecución. En muy poco espacio de tiempo Jesús se convierte en un estorbo, un
objetivo a destruir, luego de ser tan esperado por sus signos y prodigios. Y el
evangelista Lucas pone mucho detalle en manifestar que esto ocurrió justo desde
el principio.
¿Cómo pudo ser esto, por qué sucedió?
Lo que ocurrió es que Jesús, al
recordar el texto del profeta Isaías que escuchamos el domingo pasado, no lo
leyó completo, sino que se saltó las palabras que hablan de «el día del desquite
de nuestro Dios». Y eso, sin duda, es lo que empezó a molestar a los que estaban
en la sinagoga. Los nazarenos, por lo visto, creían en un Dios vengativo que
viniera a “desquitarse” y a castigar a los invasores romanos. Pero Jesús, en
vez de pacificar a aquellos nacionalistas violentos, a los que según parece
habría pertenecido su padre José, les recordó dos casos en los que Dios había
favorecido a los paganos antes que a los judíos. Tal fue el caso de la viuda de
Sarepta y el de Naamán el sirio.
El Dios de Jesús no quiere religiones
que se consideren a sí mismas superiores a otras, preferidas y privilegiadas más
que otras. Ni quiere límites y fronteras que dividan y separen. No tolera
nacionalismos que excluyan. Jesús prefirió al centurión romano, a la mujer
cananea, al buen samaritano, por encima del sacerdote y el levita y al
samaritano leproso más que a los nueve leprosos judíos. Como ha dicho el papa
Francisco, lo que importa es la honradez y la bondad, no la religión a la que
perteneces. Jesús puso el centro de la religión en la ética, no en los ritos ni
en los dogmas.
San Pablo nos expone de forma casi poética,
la belleza pero también la ingente tarea que constituye el amor de Dios.
Meditemos en casa ese himno a la caridad, y pidamos la fuerza necesaria para
vivir el amor de Dios en forma de amor humano, hasta sus últimas consecuencias.
Así lo hizo Jesús, nuestro Maestro.