Nacer en tiempo de Jesús no tenía
alternativa. Por eso tuvo un papá y una mamá. Así era entonces la familia
humana. Pero no siempre así, ni antes ni después. Dejemos a los antropólogos
que investiguen el pasado y proyecten, si les parece, el futuro.
Lo importante es que las únicas
palabras que tenemos de Jesús en este pasaje evangélico son las referidas al
Padre y sus cosas: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en
las cosas de mi Padre?».
Lo primero es la voluntad de Dios.
Igual ocurre con María, «hágase en mí según tu palabra», y con José, «hizo lo
que le había mandado el ángel del Señor».
Dócil a esa voluntad, Jesús vuelve
para estar sujeto a María y José, hasta que llegue el momento de tener
iniciativa propia.
Jesús, María y José, la familia de
Nazaret, forman un trío evangélico muy particular; y Dios ocupa en ella un
espacio importante; son una referencia ineludible para quienes hemos decidido
ser cristianos. Por eso empleamos este título tan completo: la sagrada familia.
Dios con nosotros, la Palabra que
habitó entre nosotros, Dios encarnado, sólo está a nuestro alcance si lo vemos
como uno más, dentro de las circunstancias que podemos comprender porque son
las que vivimos. De otra manera lo veríamos como a un extraño.
No lo convirtamos ahora en algo
incomprensible, porque nuestras circunstancias hayan cambiado y no sean
exactamente las mismas que lo fueron hace más de dos mil años.
Importa que nos fijemos en lo que es
nuclear y permanece: estuvieron en la presencia de Dios, Dios ocupó el centro
de sus vidas, y en todo momento fue su preocupación y ocupación obedecer la
voluntad de Dios.
Por eso la sagrada familia es modelo
de las familias cristianas; por eso tanto Jesús, como María y José, son los
referentes a quienes imitar para cualquier persona bautizada.
Aprendamos de ellos, con humildad, con
exigencia, con alegría. Y no nos torturemos si no damos la talla. El silencio
muchas veces vale más que todas las palabras que podamos articular.
Como María, conservemos todo ello en el
corazón, que es de donde sale lo auténticamente importante.
Y crezcamos, como Jesús, también en
sabiduría delante de Dios y de los hombres.