Lectura del libro de Isaías (55, 10-11)
Esto dice el Señor:
10 Como bajan la lluvia y la nieve
desde el cielo,
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
11 así será la palabra, que sale de mi
boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial (64)
R/. La semilla cayó en tierra
buena y dio fruto.
V/. Tú cuidas de la tierra, la
riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. R/.
V/. Así preparas la tierra.
Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R/.
V/. Coronas el año con tus
bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R/.
V/. Las praderas se cubren de
rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8, 18-23)
Hermanos:
18 Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden
comparar con la gloria que un día se nos manifestará. 19 Porque la
creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; 20 en efecto,
la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel
que la sometió, con la esperanza 21 de que la creación misma sería
liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad
de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo
y sufre dolores de parto.
23 Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción
filial, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios.
Aleluya
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. La semilla es la palabra de
Dios, y el sembrador es Cristo;
todo el que lo encuentra vive para siempre. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13, 1-23)
1 Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2 Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se
sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. 3 Les
habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. 4 Al
sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la
comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde
apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; 6 pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se
secó. 7 Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la
ahogaron. 8 Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una,
ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
9 El que tenga oídos, que oiga».
10 Se le acercaron los discípulos y le
preguntaron:
«¿Por qué les hablas en parábolas?».
11 Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de
los cielos y a ellos no.
12 Porque al que tiene se le dará y tendrá
de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y
escuchan sin oír ni entender. 14 Así se cumple en
ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con
los ojos sin ver; 15 porque está embotado el corazón de
este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos,
ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo
los cure”.
16 Pero bienaventurados vuestros ojos
porque ven y vuestros oídos porque oyen. 17 En
verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo
vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
18 Vosotros, pues, oíd lo que significa
la parábola del sembrador: 19 si uno escucha la palabra
del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón.
Esto significa lo sembrado al borde del camino. 20 Lo
sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta
enseguida con alegría; 21 pero no tiene raíces, es
inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra,
enseguida sucumbe. 22 Lo sembrado entre abrojos significa
el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las
riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.
23 Lo sembrado en tierra buena
significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce
ciento o sesenta o treinta por uno».
Palabra del Señor.
Homilía
Jesús, según dicen los evangelios,
hablaba a la gente usando parábolas. Esa forma de hablar era entonces muy
frecuente, y no debía ser nada difícil entender lo que se pretendía transmitir.
No obstante, algunas veces, como en el texto evangélico de hoy, parece que
sería provechosa y oportuna alguna explicación posterior; por eso lo de “el que
tenga oídos, que oiga”.
Tradicionalmente al escuchar la
parábola del sembrador, con la detallada lista de clases de tierra, se nos
hacía mirar hacia ella, mejor dicho hacia nosotros, para llevarnos a
reflexionar sobre cómo somos y las circunstancias en que nos encontramos:
tierra dura por ser camino, tierra abandonada y entre zarzas, tierra pobre y
pedregosa, tierra buena…
Pero no estaríamos sordos, y
oiríamos también si nos fijáramos en el sembrador, y en cómo realiza su tarea.
Estamos en verano, y parece que catastrófico para la gente del campo que ha
visto casi desaparecer su cosecha tras un invierno sin lluvia y una primavera
excesivamente calurosa. Los labradores saben que su profesión es una lotería:
tanto si hacen bien su trabajo como si lo hacen regular o mal, al final el
resultado depende de los elementos. Si los pronósticos se confirman, deberían
abandonar una empresa tan imprevisible y muchas veces ruinosa, y venirse a la
ciudad como antes hicieron tantos…
Pero no, en la próxima sementera
volverán a levantar la tierra con sus arados, echarán simiente en los surcos,
abonarán con cariño, y esparcirán herbicidas y lo que haga falta, y se sentarán
a esperar la mejor cosecha de su vida. El verano que viene sabrán si sus
esperanzas se cumplen.
Jesús es el sembrador. Conoce la
tierra y sus circunstancias. Sabe que la semilla es su más preciado tesoro y
quiere que arraigue en todos nosotros. Nada le va a desanimar. Seguirá
insistiendo.
Lo verán salir todas las mañanas a
anunciar la Buena Noticia de Dios. Sembrará su Palabra entre la gente sencilla
que lo acoge, y también entre los escribas y fariseos que lo rechazan. Nunca se
desalienta. Su siembra no será estéril. Y nosotros seremos testigos; más que
eso, nosotros, cristianos, estaremos con él esparciendo el mensaje del Reino,
haciendo presente en medio de la sociedad y en el corazón de las personas su
fuerza humanizadora y salvadora. Y no porque seamos muchos y tengamos muchos
medios, tampoco porque sepamos más que nadie y lo nuestro no tenga rival, sino
por la calidad evangélica que podamos irradiar como personas.