Lectura del libro del Eclesiástico (15, 15-20)
15 Si quieres, guardarás los
mandamientos
y permanecerás fiel a su voluntad.
16 Él te ha puesto delante fuego y
agua,
extiende tu mano a lo que quieras.
17 Ante los hombres está la vida y la
muerte,
y a cada uno se le dará lo que prefiera.
18 Porque grande es la sabiduría del
Señor,
fuerte es su poder y lo ve todo.
19 Sus ojos miran a los que le temen,
y conoce todas las obras del hombre.
20 A nadie obligó a ser impío,
y a nadie dio permiso para pecar.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial (118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 [R.: 1b])
R/. Dichoso el que camina en la
ley del Señor.
V/. Dichoso el que con vida
intachable
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que guardando sus preceptos
lo busca de todo corazón. R/.
V/. Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino
para cumplir tus decretos. R/.
V/. Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu ley. R/.
V/. Muéstrame, Señor, el camino
de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón. R/.
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (2, 6-10)
Hermanos:
6 Hablamos de sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que
no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, 7 sino que
enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios
antes de los siglos para nuestra gloria.
8 Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la
hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
9 Sino que, como está escrito: «Ni el
ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado
para los que lo aman».
10 Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu
lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
Palabra de Dios.
Aleluya (Cf. Mt 11, 25)
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Bendito seas, Padre, Señor
del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R/.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 17-37)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
17 No creáis que he venido a abolir la
Ley y los Profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
18 En verdad os digo que antes pasarán
el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la
ley.
19 El que se salte uno solo de los
preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante
en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los
cielos.
20 Porque os digo que si vuestra
justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
reino de los cielos.
21 Habéis oído que se dijo a los
antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
22 Pero yo os digo: todo el que se deja
llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su
hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama
“necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
23 Por tanto, si cuando vas a presentar
tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene
quejas contra ti, 24 deja allí tu ofrenda ante el altar y
vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu
ofrenda.
25 Con el que te pone pleito procura
arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue
al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26 En
verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
27 Habéis oído que se dijo: “No
cometerás adulterio”.
28 Pero yo os digo: todo el que mira a
una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Si tu ojo derecho te induce a pecar,
sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
30 Si tu mano derecha te induce a
pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar
entero a la “gehenna”.
31 Se dijo: “El que repudie a su mujer,
que le dé acta de repudio”. 32 Pero yo os digo que si uno
repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio,
y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
33 También habéis oído que se dijo a
los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
34 Pero yo os digo que no juréis en
absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; 35 ni
por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad
del Gran Rey. 36 Ni jures por tu cabeza, pues no
puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37 Que
vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
Palabra del Señor.
Homilía
Si nos parece cruel que nos
expongan a la cara la cantidad de cosas de que podríamos disfrutar si
tuviéramos dinero para comprarlas, tantas cosas hermosas que nos están
prohibidas y nunca serán nuestras… ¡qué decir de esa exposición lujuriosa de
toda clase de alimentos que se producen en el mundo ante los ojos y estómagos
vacíos de las personas hambrientas que abundan en nuestros días!
Es así el mundo, nos contentamos
pensando que nunca cambiará. Como si no estuviera en nuestra mano, como si no
fuera responsabilidad también nuestra.
La palabra de Dios nos recuerda
hoy que sí somos responsables de hacer el bien o el mal. No nos está permitido
pecar, no entra dentro de nuestra libertad. Y pecamos cuando actuamos mal,
somos injustos y crueles y abusamos de nuestra autonomía.
Nuestra senda es la de Dios,
dichoso quien la sigue. Nunca nos faltará la ayuda del Espíritu de Dios para
caminar por ella, en él seremos sabios, no con la sabiduría de este mundo, sino
con la de los perfectos, los llamados a cosas mayores.
Ahí precisamente insiste Jesús en
el evangelio: llamados a ser santos, no podemos contentarnos con no matar, no
robar y no fornicar. Los sentimientos que nacen en nuestro corazón han de estar
también educados y orientados hacia el bien, para que alaben a Dios, le den
culto y cumplan su voluntad en esta tierra.
«La gloria de Dios es el hombre
vivo; la vida del hombre es contemplar a Dios». Esto no es posible mientras
haya personas hambrientas que mueren viendo cómo se tira comida.
Muy fuerte la llamada de Manos
Unidas. Es la llamada del Evangelio: “Parte tu pan con el hambriento”. Es la
llamada del papa: “Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se
roban a la mesa del pobre”. Es la llamada de Dios: “¡Qué has hecho con tu
hermano!”.
En la campaña de Manos Unidas,
nuestra parroquia asume con el resto del arciprestazgo un proyecto de
desarrollo comunitario en Haití. Los habitantes de aquella isla caribeña han
sido empobrecidos secularmente por motivos egoístas e interesados; no nacieron
pobres, se les ha quitado todo. Últimamente hasta la naturaleza se ha cebado
cruelmente con ellos. Nuestra ayuda merecerá la pena, porque les hará mirar el
futuro con esperanza.