Lectura del libro de Isaías (49, 3. 5-6)
3 Me dijo el Señor:
«Tú eres mi siervo, Israel,
por medio de ti me glorificaré».
5 Y ahora dice el Señor,
el que me formó desde el vientre como siervo suyo,
para que le devolviese a Jacob,
para que le reuniera a Israel;
he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
6 «Es poco que seas mi siervo
para restablecer las tribus de Jacob
y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial [39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10 (R/.: cf. 8a y 9a)]
R/. Aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
V/. Yo
esperaba con ansia al Señor:
él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.
V/. Tú
no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios
expiatorios;
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.
V/. «—Como
está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en
mis entrañas». R/.
V/. He
proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo
sabes. R/.
Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1, 1-3)
1 Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y
Sóstenes nuestro hermano, 2 a la Iglesia de Dios que está en
Corinto, a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que
en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de
ellos y nuestro: 3 a vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del
Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
Aleluya (Sal 84, 8)
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. El Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros;
a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Juan (1, 29-34)
En aquel tiempo, 29 al ver Juan a
Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre
que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. 31 Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que
sea manifestado a Israel».
32 Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una
paloma, y se posó sobre él.
33 Yo no lo conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él,
ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
34 Y yo lo he visto y he dado
testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Homilía
«Cordero de Dios que quitas el
pecado del mundo». Esta frase se repite tres veces en cada eucaristía
inmediatamente antes de comulgar a quien le decimos «no soy digno de que entres
en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme». Sería bueno que
saliéramos de la rutina de repetir palabras sin pensar en su profundo
significado. Hoy Juan Bautista nos ayuda con el relato de su experiencia con
Jesús.
Seguramente guardamos con cariño
fotos y reportajes de nuestro bautizo y del de nuestros hijos. Es posible que
no hayamos olvidado fechas, lugares y a quienes con tal motivo se nos juntaron.
Ojala, además, consideremos que aquello fue sólo el comienzo de un vivir ante
Dios que nos escogió para ser su salvación en un mundo deformado por el pecado.
Demos gracias a Dios si nos reconocemos guiados por su Espíritu para vivir como
Jesús, y así caminar seguros hacia la santidad de ser luz para este mundo, sal
de la tierra, hermanos prójimos de todos los seres humanos.
Creer en Jesús es conocerlo y
amarlo, reconocerlo y acogerlo, llegar a la comunión con él y proclamarlo como
el Señor y Salvador.
Nuestra misión como cristianos es
asumir la misión de Jesús; es decir: cumplir la voluntad del Padre. Jesús
empleó en ello su vida. Gastemos la nuestra en hacer que este mundo y cuantos
lo habitamos, especialmente los niños y niñas que viven desarraigados y
migrantes, resplandezca en justicia y en dignidad.