Domingo de Pentecostés



Tres cosas bien importantes nos acaban de decir las tres lecturas del día de Pentecostés:
1ª. El Espíritu que acompañaba a los apóstoles hizo que el Evangelio de Jesús fuera escuchado en su propio idioma por las más diversas personas de razas y culturas diferentes. Aquel prodigio de traducción en realidad fue el gran milagro de la encarnación del mensaje de Jesús en cada persona y en cada pueblo.
2ª. El Espíritu que hace a la Iglesia, reposa en cada uno de sus miembros, auténticas piedras vivas, y les capacita para ser lo que puedan ser, una gran variedad en la unidad, un solo Cuerpo, contribuyendo cada uno de ellos con sus capacidades propias al bien común.
3ª. El Espíritu es el que realiza la misión a través de todos nosotros. Es Él mismo el que evangeliza. Él el que preside. Es el Espíritu el que proclama y dispensa el perdón y la misericordia. El Espíritu es el que nos convoca y nos invita a la mesa de la fraternidad. Es el mismo Espíritu quien se derrama en amor y compasión creando solidaridad.
Todo, absolutamente todo lo hace el Espíritu en nosotros y nunca sin nosotros.
El Espíritu hace presente a Jesús, que nunca se fue de nuestro lado, y está en su Iglesia y en sus amigos, que está en este mundo y en cuantos lo habitan, que no sabe nada ni quiere saber de grupitos enfrentados, aislados o ignorados.
Es el mismo Espíritu que acompañó la creación, que inspira la historia humana y concluirá este mundo en su conversión definitiva y plena en Reino de Dios.
¿Vamos a vivir en el temor con semejante compañía?

La Ascensión del Señor


Por la relación de portentos que puedan hacer los discípulos, según palabras de Jesús en el evangelio, en su tarea evangelizadora, podríamos concluir
  • que nuestra Iglesia no tiene rival, es la única universal y las demás no valen para nada, o para muy poco;
  • que cualquier cosa que haga quien evangeliza desde la Iglesia le está permitido, y que aquí el fin sí justifica los medios, que diría el otro;
  • que incluso portentos, reales o inventados, deben ser empleados para convencer y vencer en la evangelización;
  • que el mal, representado por los demonios, no tiene nada que hacer contra quien lleva a cabo esta tarea.
Demasiadas cosas dice, y demasiado poco. Y todo para terminar afirmando que el Señor Jesús se fue, y los discípulos se quedaron abobados mirando al cielo.
Yo creo que esta fiesta tiene otro significado, y tendremos que aprender a leer, aunque sea entre líneas, para entenderla de verdad.
  • Lo primero que hay que desechar es ese ardor guerrero de salir a conquistar plazas y personas, convirtiéndolas aunque sea a la fuerza.
  • Lo segundo es estar tranquilos, confiando en el Dios de Jesús, que no sólo no le abandonó a él, sino que tampoco nos abandona a nosotros.
  • Lo tercero es no eludir nuestra responsabilidad de buscar a Dios, allá donde esté (que casi nunca coincide con nuestros intereses); y buscarlo significa estar abierto a los demás, porque en ellos también está Dios, como en nosotros. Y eso quiere decir que no están ellos ahí para que nosotros les adoctrinemos, sino para que dialoguemos con ellos, porque también tienen parte de la verdad, como nosotros, y juntos y no enfrentados la alcanzaremos más plena.
  • Lo cuarto, y último, es creer y encarnar el evangelio. Hacernos evangelio, que nuestras personas resuden evangelio. Que el evangelio no sea una doctrina, sino una vivencia. Que la Iglesia no sea una institución, sino un estilo de vida. Que los cristianos seamos buenos compañeros de camino y de construcción de un mundo nuevo de todos cuantos, también habitados por el Espíritu de Jesús, también habitan esta tierra. Y esto implica una consecuencia: no somos los puros de esta historia; es necesario embarrarse, es inevitable. No nos dé miedo, que eso va en nuestra propia naturaleza. El samaritano lo hizo, para ser prójimo del herido.

Domingo 6º de Pascua

Primeras Comuniones.
Unción de Enfermos Comunitaria

Domingo 5º de Pascua


Después de escuchar la Palabra de Dios que ha sido proclamada en la comunidad, deberíamos comentarla en común, porque es ella la que nos construye, la que nos hace ser lo que somos, Iglesia. No somos islas, separados unos de otros, sino un continente, y así unidos tenemos que vivir y dar fe de lo que creemos.
Y ¿qué nos dice hoy Dios a través de su palabra? Pues eso precisamente, que somos como las ramas de un mismo árbol. Jesús es la vid, y todos nosotros somos sus ramas, los sarmientos.
A nadie se le ocurre separar las hojas y las ramas del tronco, porque entonces dejan de tener vida y no valen para nada.
No. Tenemos que estar bien unidos, para que la savia circule por todos, y estemos vivos, y produzcamos vida.
Unidos a Jesús daremos fruto. «Permaneced en mí ¬-dice Jesús- porque sin mí no podéis hacer nada».
¡Vaya si podemos hacer cosas!, podría decir alguien. La de cosas que hacemos todos los días, ¿verdad? Pues muchas de esas cosas que hacemos sólo nos interesan a nosotros, y a lo peor ni siquiera son importantes.
¿Cuál es el fruto que daremos, unidos a Jesús? También nos lo ha dicho: «Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.» Esto no lo podemos hacer si no estamos unidos a Jesús.
Por eso, otra cosa que nos ha dicho hoy también, es importante que dejemos que Jesús nos pode. Si no se podan las plantas, terminan por estropearse, se ponen feas y dejan de dar fruto bueno. Al final, hasta se secan. La poda sirve para mantener a la planta con salud.
Jesús también nos poda, y lo hace a través de la caridad. Con caridad, con cariño, va quitándonos lo que sobra, lo que entorpece, lo que en lugar de hacer bien hace mal.
Finalmente, ¿cómo daremos fruto? Lo dice también: «No amemos de palabra ni de boca, sino de verdad y con obras.» Las palabras solas no valen para nada. No debemos consentir que la boca ocupe el lugar de las manos. Hay que hacer creíble con los hechos lo que decimos, incluso lo que pensamos.

Domingo 4º de Pascua


Acabamos de escuchar cosas muy bonitas y buenas para todos nosotros:
1ª Jesús es nuestro pastor, y el es bueno. Jesús es el que cuida de nosotros, y lo hace muy bien. Sabiendo que Él nos acompaña y se preocupa de nosotros podemos vivir confiados.
2ª Dios nos quiere tanto que somos sus hijos. Y no somos capaces de imaginar lo que eso significa. Debe ser algo muy gordo que no conviene olvidar, porque algún día se nos descubrirá con toda claridad, y veremos a Dios cara a cara; ese día ya no necesitaremos ninguna explicación.
Pero hoy sí hacen falta explicaciones. Resulta que dice San Juan que el mundo no nos reconoce porque tampoco reconocieron a Jesús. Pero también es posible que el mundo no se dé cuenta de quienes somos porque vivimos como si no lo fuéramos.
Tenemos que vivir de verdad como hijos de Dios, haciendo cosas buenas y portándonos como Jesús nos pide, para que la gente se fije y se entere de que somos amigos de Jesús, que pertenecemos al rebaño del Buen Pastor y de que hacemos las cosas bien no por nuestras fuerzas sino por la energía que nos comunica el Espíritu de Jesús Resucitado, que es la piedra angular de nuestras vidas.

Música Sí/No