La parábola que hoy nos propone Jesús denuncia la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua e imperfecta. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actuó coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.
Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la práctica de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta.
San Pablo, en la segunda lectura, aplica esta misma enseñanza a la vida de la comunidad cristiana que en su interior empieza a hacer distinciones y diferencias entre cumplidores y no cumplidores, mejores y peores; y hacia el exterior también surgen sentimientos de superioridad y preferencia. Y a la luz de la enseñanza de Jesús concluye que el único criterio para saberse en el camino correcto del propio comportamiento es tener y portarse con entrañas de misericordia.
No está la medida ni en las prácticas de piedad, ni en los conocimientos adquiridos; no sirve el cúmulo de bienes atesorados ni la veneración con que nos tratan en sociedad; no está tampoco en el volumen de nuestra voz ni en la cantidad de palabras y promesas emitidas. Está sólo en los hechos realizados movidos por el amor incondicional hacia aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria, al estilo de Jesús.
Y ya para terminar, se puede elevar a norma general sobre la rectitud de nuestro comportamiento: nuestros hechos, más que nuestras palabras, hablan de nosotros mismos y ponen de manifiesto lo que verdad hay en nuestro interior.
“Obras son amores, y no buenas razones”
“A Dios rogando y con el mazo dando”