Domingo 8º del Tiempo Ordinario



Lectura del libro de Isaías (49, 14-15)


14 Sión decía: «Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
15 ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial (61, 2-3. 6-7. 8-9ab [R/.: 6a])


R/. Descansa sólo en Dios, alma mía.

V/. Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene la salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.

V/. Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.

V/. De Dios viene mi salvación y mi gloria;
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4, 1-5)


Hermanos:
1 Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. 3 Para mí lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. 4 La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor.
5 Así, pues, no juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece.

Palabra de Dios.

Aleluya (Hb 4, 12)


R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. La palabra de Dios es viva y eficaz;
juzga los deseos e intenciones del corazón. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6, 24-34)


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
24 «Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
25 Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? 26 Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
27 ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
28 ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. 29 Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 31 No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. 32 Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
33 Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. 34 Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».

Palabra del Señor.

Homilía


Es verdad que hay animales que almacenan alimento; las abejas, por ejemplo, también las hormigas; incluso algunos perros esconden el pan que les sobra para mejor ocasión. Hay también animales que calculan y prevén en sus construcciones y madrigueras. Pero lo natural es que busquen comida cuando tienen hambre, se tumben cuando estén cansados y busquen refugio cuando llega la inclemencia.
De las plantas se puede decir lo mismo. Algunas han desarrollado algún modo de defensa contra agresiones, y otras hacen acopio de agua en la abundancia para prevenir la escasez.
Sólo el ser humano es “económico”. Sólo él maneja dinero, que se ha convertido en el símbolo de la economía con que se organiza. Con dinero o sus equivalentes —letras de cambio, cuentas corrientes, acciones y obligaciones, etc.— se gestiona todo aquello que es escaso, costoso de obtener y necesario para la vida. El dinero es muy útil, pero no ha existido siempre; se ha vivido durante milenios sin él, y no hay que convertirlo en absoluto. Se puede vivir sin dinero.
Que Jesús se interese por el dinero sólo puede entenderse desde su mala gestión, cuando deja de ser ética para llegar a inmoral sin paliativos. Y eso ocurre cuando algo se tuerce en la mente humana y pasa a ocupar un puesto principal lo que es sólo y únicamente un instrumento al servicio de la vida.
Jesús contempla un pueblo subyugado por una potencia extranjera que se enriquece exprimiéndola con impuestos y tributos. Ve personas pobres y gentes ricas que las explotan. Percibe el sufrimiento de quienes nada tienen porque se les arrebata día tras día el fruto de su trabajo. Entiende perfectamente que la religión oficial del Templo se ha prostituido en su afán por la riqueza. Si el dinero es el dios Mammón, ¿qué espacio le queda al Dios Amor, el Dios creador que puso al ser humano al frente y en el centro de su obra?
Las palabras de Jesús sobre las avecillas del cielo y los lirios del campo no debieran confundirnos, haciéndonos pensar en un Dios providente y milagrero que nos da la comida en la boca y nos convierte en seres inútiles pero satisfechos.
Para entender a Jesús nos vienen bien las palabras de San Pablo: «1 Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. 3 Para mí lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. 4 La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor».
Nuestra medida suele ser parcial, y nuestros juicios, interesados: nos absolvemos la mayoría de las veces con excusas y sentencias favorables. Dios es el único juez verdaderamente objetivo de nuestro comportamiento: ¿Qué estás haciendo con tu hermano?
Cuando un anciano, un niño, cualquier ser humano muere de frío o de hambre, y sólo interesan las cotizaciones de la bolsa…
Cuando miles de personas permanecen encerradas entre vallas de espinos a las puertas de la Europa rica, y sólo preocupa el brexit de Inglaterra…
Cuando grandes empresas de alimentos o de fármacos obtienen pingües beneficios, y mientras tanto millones de personas pasan necesidad y enfermedades…
Cuando la fabricación y venta de armamentos es más importante para el país que la cultura, la enseñanza, la sanidad, el paro…
Cuando el dinero se convierte en el centro de la existencia humana, y los otros no cuentan y son descartables…
Entonces es que algo muy grave nos está ocurriendo…
Jesús nos pide que entremos en razón. Dios nos ha hecho libres, ¿vamos nosotros a hacernos esclavos? Dios nos quiere hermanos e iguales, ¿seremos enemigos los unos de los otros? Dios nos quiere responsables, ¿abusaremos del otro y de la tierra común que habitamos? El dinero es capaz de hacernos esclavos, enfrentarnos unos a otros, robar, extorsionar, medrar sin límite ni medida. El dinero puede corrompernos absolutamente.
Dios y su justicia, el Reino de Dios, no sólo es la meta, es también el momento que vivimos, aquí y ahora, el lugar donde darle a Él el culto agradable que desea: “parte tu pan con el hambriento, hospeda al pobre sin techo, viste al desnudo y no te desentiendas de los tuyos” (Is 58).
El vil dinero en palabras de Jesús sólo es útil si sirve para obrar con justicia y fidelidad ante los demás. Así queda patente en la parábola de los talentos, en la del buen samaritano, en la del rico epulón.
¿Qué nos dice hoy la Palabra de Dios en esta liturgia?
1) Lo primero en la vida no es acumular dinero, sino hacer lo que Dios quiere.
2) Lo que Dios quiere es que hagamos posible una sociedad, una convivencia y unas condiciones de vida en las que nadie tenga motivos razonables para estar agobiado por problemas económicos (comida, vestido, casa, estudios...).
3) No ceder jamás al deseo de acumular, ya que toda acumulación se hace a costa de las carencias de otros.
Esto es “buscar el Reino de Dios y su justicia”. Porque Dios no quiere la pobreza de nadie, pero tampoco la riqueza si es causa de daño y escándalo para alguien.

Domingo 7º del Tiempo Ordinario



Lectura del libro del Levítico (19, 1-2. 17-18)


1 El Señor habló así a Moisés:
2 «Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
17 No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.
18 No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo soy el Señor».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial [102, 1bc-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 [R/.: 8a])


R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.

V/. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

V/. Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura de sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3, 16-23)


Hermanos:
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
17 Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros.
18 Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.
19 Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia». 20 Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos».
21 Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: 22 Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. 23 Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.

Palabra de Dios.

Aleluya (1 Jn 2, 5)


R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. Quien guarda la Palabra de Cristo,
ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 38-48)


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
38 «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”.
39 Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; 40 al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; 41 a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; 42 a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
43 Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo.
44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y da la lluvia a justos e injustos.
46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? 47 Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? 48 Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor.

Homilía


«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Así, con estas palabras que recoge el evangelio de Lucas, Jesús ratifica en su vida lo que predicó antes con sus palabras. Yo ya los he perdonado. Ahora te toca a ti, Padre, perdonarlos.
«Perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden». Así rezamos una y otra vez en el padrenuestro que Jesús nos enseñó y nosotros repetimos casi sin pensarlo.
El Reino de Dios, el Evangelio del Amor, no termina en lo que decimos casi de natural: “Amor con amar se paga”. Hay un paso más, una vuelta de tuerca es imprescindible si respondemos a la santidad de Dios: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen». Esto ya no es tan natural.
Un imposible, escuchamos a muchos. Eso es antinatural, porque contradice lo que vemos en los seres vivos: nadie cede con blandenguería ante la agresión y sobrevive. Y la supervivencia es la primera ley de la evolución en esta realidad que conocemos. Además, se suele añadir, ¿qué hacemos con la justicia, dónde colocarla?
Razonar esto resulta complicado. Decir que es imposible puede disculparse cuando el corazón está sangrando y quien está frente a nosotros busca nuestro mal. Sin embargo, ante el testimonio de tantas personas que han perdonado las ofensas y se han reconciliado con sus enemigos, no podemos encogernos de hombros ni echarlo en el olvido. Se puede perdonar, y siempre tendremos la ayuda que necesitamos: el Espíritu Santo,
Jesús parece poner este mandamiento por encima y por delante de cualquier otro consejo evangélico. Y es coherente con el Dios que Él representa y nos muestra: Dios es amor, por supuesto; Dios es perdón y reconciliación. Dios es santo porque ama incluso a sus enemigos: entregó a su propio Hijo para redimirlos y recuperarlos como hijos.
Los cristianos haremos bien en practicar el perdón y la misericordia, porque es no sólo nuestra virtud más sublime; es, sobre todo, el mejor testimonio que podemos dar como creyentes en Dios y ejemplo insuperable de nuestro servicio a la humanidad.
Jesús es el Cristo que nos reconcilió con el Padre. La Iglesia tiene la encomienda de ser instrumento de reconciliación para el mundo. Nosotros somos la Iglesia. Sólo servimos si reconciliamos y ayudamos a reconciliarse.

Domingo 6º del Tiempo Ordinario. Manos Unidas



Lectura del libro del Eclesiástico (15, 15-20)


15 Si quieres, guardarás los mandamientos
y permanecerás fiel a su voluntad.
16 Él te ha puesto delante fuego y agua,
extiende tu mano a lo que quieras.
17 Ante los hombres está la vida y la muerte,
y a cada uno se le dará lo que prefiera.
18 Porque grande es la sabiduría del Señor,
fuerte es su poder y lo ve todo.
19 Sus ojos miran a los que le temen,
y conoce todas las obras del hombre.
20 A nadie obligó a ser impío,
y a nadie dio permiso para pecar.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial (118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 [R.: 1b])


R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor.

V/. Dichoso el que con vida intachable
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que guardando sus preceptos
lo busca de todo corazón. R/.

V/. Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino
para cumplir tus decretos. R/.

V/. Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu ley. R/.

V/. Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón. R/.

Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (2, 6-10)


Hermanos:
6 Hablamos de sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, 7 sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
8 Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
9 Sino que, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».
10 Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

Palabra de Dios.

Aleluya (Cf. Mt 11, 25)


R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 17-37)


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
17 No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
18 En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
19 El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
20 Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
22 Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
23 Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 24 deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
25 Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
27 Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
28 Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
30 Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
31 Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. 32 Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
33 También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
34 Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. 36 Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37 Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Palabra del Señor.

Homilía


Si nos parece cruel que nos expongan a la cara la cantidad de cosas de que podríamos disfrutar si tuviéramos dinero para comprarlas, tantas cosas hermosas que nos están prohibidas y nunca serán nuestras… ¡qué decir de esa exposición lujuriosa de toda clase de alimentos que se producen en el mundo ante los ojos y estómagos vacíos de las personas hambrientas que abundan en nuestros días!
Es así el mundo, nos contentamos pensando que nunca cambiará. Como si no estuviera en nuestra mano, como si no fuera responsabilidad también nuestra.
La palabra de Dios nos recuerda hoy que sí somos responsables de hacer el bien o el mal. No nos está permitido pecar, no entra dentro de nuestra libertad. Y pecamos cuando actuamos mal, somos injustos y crueles y abusamos de nuestra autonomía.
Nuestra senda es la de Dios, dichoso quien la sigue. Nunca nos faltará la ayuda del Espíritu de Dios para caminar por ella, en él seremos sabios, no con la sabiduría de este mundo, sino con la de los perfectos, los llamados a cosas mayores.
Ahí precisamente insiste Jesús en el evangelio: llamados a ser santos, no podemos contentarnos con no matar, no robar y no fornicar. Los sentimientos que nacen en nuestro corazón han de estar también educados y orientados hacia el bien, para que alaben a Dios, le den culto y cumplan su voluntad en esta tierra.
«La gloria de Dios es el hombre vivo; la vida del hombre es contemplar a Dios». Esto no es posible mientras haya personas hambrientas que mueren viendo cómo se tira comida.
Muy fuerte la llamada de Manos Unidas. Es la llamada del Evangelio: “Parte tu pan con el hambriento”. Es la llamada del papa: “Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban a la mesa del pobre”. Es la llamada de Dios: “¡Qué has hecho con tu hermano!”.
En la campaña de Manos Unidas, nuestra parroquia asume con el resto del arciprestazgo un proyecto de desarrollo comunitario en Haití. Los habitantes de aquella isla caribeña han sido empobrecidos secularmente por motivos egoístas e interesados; no nacieron pobres, se les ha quitado todo. Últimamente hasta la naturaleza se ha cebado cruelmente con ellos. Nuestra ayuda merecerá la pena, porque les hará mirar el futuro con esperanza.

Domingo 5º del Tiempo Ordinario



Lectura del libro de Isaías (58, 7-10)


Esto dice el Señor:
7 «Parte tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo,
cubre a quien ves desnudo
y no te desentiendas de los tuyos.
8 Entonces surgirá tu luz como la aurora,
enseguida se curarán tus heridas,
ante ti marchará la justicia,
detrás de ti la gloria del Señor.
9 Entonces clamarás al Señor y te responderá;
pedirás ayuda y te dirá: «Aquí estoy».
Cuando alejes de ti la opresión,
el dedo acusador y la calumnia,
10 cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo
y sacies al alma afligida,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad como el mediodía.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial [(111, 4-5. 6-7. 8a y 9 (R/.: cf. 4a)]


R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz.

R/. En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. V/.

R/. Porque jamás vacilará.
El recuerdo del justo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor. V/.

R/. Su corazón está seguro, sin temor.
Reparte limosna a los pobres,
su caridad dura por siempre,
y alzará la frente con dignidad. V/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2, 1-5)


1 Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, 2 pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado.
3 También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; 4 mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, 5 para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Palabra de Dios.

Aleluya (Cf. Jn 8, 12b)


R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. Yo soy la luz del mundo —dice el Señor;
El que me sigue tendrá la luz de la vida. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 13-16)


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
13 Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
14 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
15 Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
16 Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.

Palabra del Señor.

Homilía


Jesús da a conocer, con dos imágenes audaces y sorprendentes, lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la «sal» que necesita la tierra y la «luz» que le hace falta al mundo.
«Vosotros sois la sal de la tierra». Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción
«Vosotros sois la luz del mundo». Sin la luz del sol, el mundo se queda en tinieblas: ya no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de la oscuridad. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.
Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve en la comida puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.
El papa Francisco ha visto que la Iglesia vive encerrada en sí misma, paralizada por los miedos y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecer la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: «Hemos de salir hacia las periferias existenciales».
El papa insiste una y otra vez: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos».
La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: «No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos». «El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro». El papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama la «cultura del encuentro». Está convencido de que «lo que necesita hoy la Iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones.
José Antonio Pagola

Música Sí/No